¿Somos un servicio público?
Lo solté así, tal cual, en Twitter esta mañana antes de publicar el playlist del programa de ayer.
Dicho así puede sonar un tanto pretencioso, pero las circunstancias son las que son. Es decir, estamos en medio del confinamiento provocado por el COVID-19 (el programa de ayer iba «un poco» por aquí) y todos estamos atrapados en este fenomenal caos. Como decía en el programa, unos en sus casas, solos o con su familia, otros trabajando, en primera línea como los sanitarios, las fuerzas de seguridad, los transportistas o los reponedores de supermercado, o como autónomos o para la empresa que nos da de comer. Cada uno con sus circunstancias. Sanos o enfermos. Con amigos o familiares que tal vez estén hospitalizados o, directamente, no lo hayan superado.
Con la música intento proporcionar una ventana de aislamiento del momento presente, un paréntesis donde refugiarse y escapar del estrés cotidiano, de los problemas mundanos. Ni más... Ni menos.
Alguien respondió que hay oyentes que aprecian lo que hacemos y que agradecen que estemos haciéndolo. Yo contesté: entonces sí que somos un servicio público.
Ser o no ser. Esa NO es la cuestión. Yo no voy a hacer el programa «por ser un servicio». Pero sí es cierto que de alguna manera lo somos. En realidad todos lo somos en nuestros actos cotidianos. Todos servimos a los demás en la medida de nuestras posibilidades; con nuestro trabajo o simplemente en nuestras relaciones con los demás.
Como decía ayer: esta es música para... Vosotros.
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