12 septiembre, 2020

Q


No os imagináis la cantidad de música que escucho a lo largo de la semana. El tiempo del que dispongo no siempre es uniforme, así que a veces pueden pasar días sin que escuche nada y luego me doy un atracón de audiciones. Eso va como va.

Intento escuhar muchas cosas, muy diferentes unas de otras. Intento seguir la carrera de infinidad de músicos/sellos que me interesan (y la lista crece cada día). Y, entre todo lo que escucho, intento ser un poco crítico y exigente: cuando selecciono el material que incluiré en el próximo programa quiero pensar que se notará el esfuerzo de filtrar horas de música. Creedme si os digo que desecho aproximadamente un 95% de la música que escucho; es decir, para preparar un programa de 2 horas escucho alrededor de 40 horas de música, de la cual "aparto" 38 horas. Eso no significa que sea mala y que la envíe a la papelera directamente. Mucha desde luego sí, pero la mayor parte la voy guardando para ver si le puedo dar otra oportunidad más adelante (quizás el momento de escucharla no ha sido el propicio, hay música que reclama su momento). Es difícil ser objetivo con algo tan personal y emocional como la música.

¿Por qué os cuento esto? Para que os deis cuenta de que, a fuerza de años, uno (yo) se ha vuelto exigente (y quisquilloso y maniático) y le echa horas a este asunto y se lo toma en serio para haceros llegar un programa de calidad.
Sí, este programa es fruto del amor (amor a la música y, como se suele decir, amor al arte), porque no me resuelve (económicamente hablando) nada de nada. Más bien al contrario: me roba tiempo y esfuerzo que, teóricamente, se (re)compensa con la satisfacción del deber cumplido, con el disfrute de compartir una pasión.

No me dedico a esto para adquirir fama ni renombre, ni conseguir favores de nadie, pero me gusta hacerlo (si no, hace tiempo que lo hubiera dejado).

Así que si voy a hacerlo, mejor hacerlo bien.