Como ya os había comentado, he dejado para el final el plato fuerte de esa visita: la Mezquita.
Antigua mezquita de Córdoba, convertida en el siglo XIII en la actual Catedral de Córdoba, que constituye el monumento más importante del arte hispano-musulmán junto a la Alhambra. Es la tercera mezquita más grande del mundo, por detrás de las de Casablanca y La Meca ya que tiene una superficie de 23.400 metros cuadrados.
La mezquita se compone de tres partes: el Patio de los Naranjos (conserva buena parte de su aspecto original), al que se accede por la Puerta del Perdón, de estilo mudéjar (1377), en donde se observan las hileras de naranjos y palmeras, de las fuentes y los arcos de herradura que lo rodean junto a la puerta se levanta el alminar desmochado parcialmente y rodeado, a principios del siglo XVII, de un «encofrado» de estilo herreriano.
La puerta de Las Palmas da acceso a la mezquita: un bosque de ochocientas cincuenta columnas de mármol, jaspe y granito sobre las que se apoyan trescientos sesenta y cinco arcos de herradura bicolores da la medida del esplendor del arte de los califas en su apogeo. El mihrab, lugar santo de la mezquita que señala la dirección Sur y no la de La Meca, de acuerdo con la voluntad de Abderramán (hacia el río porque le llevaba hasta su Damasco natal). Ésta es una de las hipótesis, pero hoy día está más aceptada la teoría de que la nave principal de la mezquita sigue la orientación de la calle principal (cardo) de la antigua Córdoba Romana (Colonia Patricia), como se ha atestiguado en las excavaciones arqueológicas realizadas en la ciudad. El mihrab es un joyel de mármol, estuco y mosaicos bizantinos brillantemente coloreados sobre fondo de oro.
En el Lucernario se conservan los arcos lobulados de los muros y la cúpula. En la cabecera destacan los arcos, los mosaicos del muro y la estructura y decoración de las cúpulas a base de arcos cruzados.
Tras la conquista de Córdoba por los cristianos, éstos utilizaron la mezquita para celebrar su culto, pero en el siglo XVI, cuando el Islam fue definitivamente expulsado de la península Ibérica, los vencedores quisieron adecuarla a sus creencias: construyeron una catedral renacentista a cargo de Hernán Ruiz y luego de su hijo, en pleno corazón de la mezquita, alterando la perspectiva original.
Una de las cosas más llamativas e increíbles es el enorme contraste de la convivencia de las culturas árabe y cristiana en el interior de la Mezquita Catedral. También hay una zona-museo donde se pueden contemplar restos romanos que han ido apareciendo en excavaciones, algo muy común en toda la ciudad, donde cada vez que acometen la obra de los cimientos de un nuevo edificio descubren restos romanos y tienen que parar las obras.
Sin embargo, las fotos no hacen justicia a la grandeza de la obra. Hay que verla para admirar en todo su esplendor esta maravilla, así que desde aquí os recomiendo que os organicéis una pequeña escapada de un fin de semana para disfrutar de los encantos de esta ciudad.