Ni una palabra de esto a nadie... Así, de sopetón, hasta asusta un poco. Luego, cuando sabes que es el título que Ichin le ha puesto a su programa (después de tanto tiempo, ya ves), las piezas encajan.
Y es que ya nos habían dicho otras veces que "estas músicas" son "un poco raras". Claro, no están en
Los 40 Siempre Iguales ni en
Onda Chachi. Sin embargo (esto ya no es ninguna novedad), Internet está propiciando que las nuevas músicas se difundan como nunca. Hay cientos de radios online programando estos sonidos las 24 horas; contínuamente surgen nuevos músicos (algunos con más talento que otros, otros sin ningún talento en absoluto) que se hacen llegar a su audiencia por la Red desde cualquier parte del mundo de manera instantánea. Cada día crece más la lista de artistas que ceden su obra o la publican bajo la licencia Creative Commons. Cada día hay más reticencia a dejar tu trabajo en manos de una gestora de derechos de autor que se supone que debe proteger tus intereses pero en realidad te sepulta en burocracia, limita tu flexibilidad para editar y, en definitiva, frustra tu libertad de decisión sobre algo que, por definición, es tuyo.
Hoy por hoy comprar un CD es casi ya labor para nostálgicos. La revolución digital ha abierto las puertas y las ventanas del mundo. Los portales de Internet, los mismos sellos incluso, que ofrecen música son innumerales. Las radios online, personalizables, que se saben al dedillo nuestras preferencias, que son capaces de reconocer artistas similares a nuestros favoritos e incluirlos en nuestras listas de reproducción, hacen que los músicos que pretendían apoltronarse en su
statu quo se estrellen contra un muro cada vez más alto y desde luego difícil de demoler.
¿Por qué pagar 18 euros por algo que no sé a ciencia cierta si me convencerá cuando tengo un catálogo prácticamente ilimitado en la pantalla de mi ordenador?
Es cuestión de tiempo. Llevará más o menos, pero la industria se tambalea. Y sus argumentos no convencen. Y es que no los necesitamos. Ya no.
Los artistas deben cambiar su chip. No pueden anclarse en el pasado, so pena de inanición. Porque un compositor del siglo XXI no puede pretender vivir de los CDs vendidos; porque para venderlos tiene que llegar a un público, convencerlo y pelear con cien mil artistas como él, en igualdad de condiciones, que también se merecen su parte del pastel. Y eso el mercado no lo soporta. Ya no.
Es imprescindible reorientar la estrategia, ver más allá. La audiencia siempre existirá. Y la audiencia buscará su camino para encontrar su dosis de música. Y en este punto nos encontramos nosotros, desde esta web, desde esta emisora online: intentando descubrir una parte de ese mundo infinito que se está asomando a nuestros ávidos oídos.
Y como normalmente nos atrae lo prohibido y nos gusta llevar la contraria: ni una palabra de esto a nadie.
