23 enero, 2011

El Violín Negro

Por una curiosa inclinación que rayaba a veces en la locura, Johannes Karelsky nunca tuvo otra meta en la existencia que transformar su vida en música. En otras palabras, su vida era una partitura inacabada que él descifraba a diario de modo cada vez más genial.

Johannes Karelsky era vilinista. Interpretaba magistralmete piezas musicales que todo el mundo escuchaba arrobado pero que nadie oía de verdad.


En 1975, a los treinta y un años, alcanzó la plenitud de su arte. Le quedaban treinta y un años por vivir.
Vivía en Francia, en esa ciudad que llaman París y que, más que una ciudad, es una sinfonía de sonidos y luces.

Se sabía que era músico. En realidad, era algo más que eso. Johannes Karelsky era un genio de excelsitud casi divina. Deseaba secretamente componer una ópera tan sublime que, a través de ella, el compositor se dirigía al cielo y hablaría con Dios.

Maxence Fermine, Le violon noir, ©Arléa, París, 1999
©Editorial Anagrama , S.A., 2002
ISBN: 84-339-6955-2
Depósito Legal: B. 442-2002


Escucha este fragmento en el podcast #657.

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